Un conocido mío se compró, hacia 2003, un piso por un precio 200.000 euros. El banco le dio un crédito hipotecario por un importe de 250.000 con el que pagó el piso, los tributos, las escrituras, los muebles e incluso pudo hacer un pequeño crucero por el Báltico, coincidiendo allí con un importante sindicalista. Mientras tuvo trabajo pagó las mensualidades para devolver el crédito al banco. Pero luego votó a ZP porque le convencieron de que había que pinchar la burbuja del ladrillo para bajar el precio de las casas y, según es notorio, consiguió el resultado esperado: Actualmente su casa vale poco más de 120.000 Euros. Otra cosa que consiguió votando a ZP es estar entre los 5 millones de parados, motivo por el cual ahora no puede seguir pagando las mensualidades de la casa y está a la espera de la ejecución hipotecaria y el desahucio. La cuestión es que, a pesar de haber pagado unos 60.000 euros de principal, tiene un patrimonio negativo de menos 60.000 euros.
Pero es un republicano fanático. No se puede decir que crea en la democracia y en la igualdad porque, más bien, alucina con ellas. Está seguro de que todos los republicanos son iguales y tienen los mismos derechos. Identifica república con igualdad e igualdad con republica y se deshace en elogios a la democracia. Ciertamente lo dice todo en la más completa ignorancia histórica y con desprecio de la lógica; se puede decir que, también igual que todos los republicanos, es una víctima de la Logse.
Cuando, hace unos años, murió un importante capo informativo que prefiero no mencionar porque no estoy en condiciones de afrontar las consecuencias democráticas, había amasado una fortuna de más de 3.000 millones de euros, esto supone ingresar unos 50 millones de euros al año, algo en lo que ningún republicano vio ningún indicio de desigualdad económica ni falta de honestidad democrática. Tampoco ha percibido ningún republicano una desigualdad de derechos políticos; “un hombre un voto” es el slogan que compendia y satisface todas sus aspiraciones políticas y el capo tenía en esta democracia un voto igual que cualquier pardillo republicano. Por tanto, el que dicho capo haya utilizado a todos los gobiernos socialistas, y algunos que no lo eran, de simples marionetas para defender sus intereses al amasar esa ingente fortuna pasa desapercibido a los republicanos que votan con entusiasmo lo que interesa al capo sin colisión de intereses.
Por otra parte el capo, en sus muchas empresas de comunicación, pagaba unos salarios medios que no pasaban de 12.000 Euros anuales y, dado que muchos de sus sirvientes eran becarios, igual que la colaboradora de este medio Jennifer García, no pagaba por ellos seguridad social; tenía además un índice de temporalidad superior al 80% de la plantilla y unas diferencias salariales donde los que más ganaban multiplicaban por 20 a los salarios de los que más trabajaban y cobraban menos. Pese a ello, no ha tenido ni la más leve protesta sindical bolchevique republicana que perturbara el incremento exponencial de sus riquezas: por lo visto también tenía los mismos derechos sindicales que cualquier “prole”. Un auténtico éxtasis de igualdad republicana que quizá sea la esencia de la democracia.
Mi conocido, y todos los republicanos son iguales según ellos reiteran, a pesar de no haber percibido ninguna diferencia entre ese capo “capitalista” y los muchos proletarios republicanos concienciados como él, siempre ha visto un privilegio, una fuente de desigualdad y discriminación en la institución regia. No tiene interés para ellos ser como el capo, ya lo son democráticamente, no envidian su patrimonio ni su influencia política, gracias al republicanismo no perciben diferencias respecto a él, pero llevan muy clavada la espina de no poder ser reyes. Ellos que, pese a estar en quiebra, ya son democráticamente iguales que el capo multimillonario, se visualizan con los mismos derechos políticos y económicos democráticos, sólo quieren abolir lo que, para ellos, es la única desigualdad significativa: la monarquía.
Han encontrado ahora la ocasión de montar algarabía con la caída y fractura de la cadera del rey. Ciertamente el incidente no ha sido un ejemplo edificante pero parece fuente de escándalo farisaico en un país quebrado que ya no está ni siquiera en condiciones de entender qué significa fariseísmo porque el principal factor igualitario que impera en él es la droga socialista de cuya plusvalía se benefició el aludido capo.
La ilimitada confianza en que, con una república –aunque sea sólo bananera o de imitación, como la mayoría de ellas-, los “derechos” democráticos de igualdad van a estar plenamente garantizados por los gerifaltes que se ven de capitostes o líderes en su gobierno legítimo sólo puede preocupar a las personas que teman por sus derechos personales, en la ofuscación republicana no sólo no valen nada sino que deben ser abolidos cual privilegios. La república bananera e igualitaria no sólo cambia al rey, también da la vuelta a la educación, al dinero, la información, la sexualidad, la propiedad, la empresa, la religión, al arte, la historia… y todo por la fuerza. Detrás de la guillotina o exilio del rey van muchos más: los obispos y los curas, los notarios y los registradores, los guardias civiles y los militares profesionales, los capitalistas (salvo el capo) y los meros comerciantes, los terratenientes y los simples campesinos con alguna propiedad, los artesanos y los trabajadores sin conciencia de clase. Si alguien no lo para se sigue la vorágine del sistema de terror que se impuso ilegalmente en España el año 31; sigue el modelo camboyano de los jemeres rojos. Acaba, en fin, siendo expulsado de la república todo el que no sea terrorista. Quizá por eso la mayoría de las personas disculpen el lapsus del rey.
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