Se ha desatado una virulenta campaña mediática para que la Iglesia pague el Ibi (Impuesto sobre Bienes Inmuebles) justo en el momento en que nos obligan a hacer la declaración del impuesto que el estado socialista detrae de nuestra renta. Está promovida por el partido guerrillero del GAL y, en especial, por el que fuera portavoz del gobierno que llevó a cabo los actos terroristas (que no le privan de carácter democrático), pero está involucrada en ella toda la izquierda y es jaleada por el inmenso conjunto de medios de información radicales. Se promueve en el momento crítico de perjudicar a la Iglesia, cuando los españoles pueden ayudarla al hacer la declaración de la renta. Probablemente esa sea la única intención del entramado o caterva promotora.
La campaña consigue un amplio asentimiento de las bases izquierdistas porque forma parte de la emanación alucinógena del socialismo que produce el máximo efecto en el tipo de animal humano parasitario más parecido a las personas: el paisano autónomo, que es como el hombre nuevo soviético pero que toma su nombre del panfleto insignia del grupo mediático que lo produce, tan mafioso que resulta innombrable. En realidad hace falta poco esfuerzo para convencer a los votantes socialistas de que es una idea progresista porque ellos nunca están dispuestos a pagar por lo que consumen y prefieren que se pague con los impuestos de otros, contra los que son inducidos a votar, y nadie mejor que la Iglesia para hacer de chivo expiatorio para sus frustraciones tributarias y consumistas.
Cualquier persona que quiera diferenciarse de ese tipo de individuos que votan democráticamente, en la más completa nesciencia pública, debería conocer un par de datos que no aparecen por ningún sitio en el debate o en la información de este país tan democrático. Creo que son dos elementos relevantes para entender la crisis económica que padecemos y que es, a la par, importante que haya algo de trasparencia sobre su raíz porque es el único modo de afrontar una salida a la misma y evitar que España se desplome por el precipicio a cuyo borde la han dejado y empujan los socialistas.
El primer dato consiste en saber cuál es el importe total de los impuestos sobre la renta que pagan los católicos y cuál es la cuantía que, por el mismo concepto, paga el colectivo de socialistas, comunistas, gais, lesbianas, sindicalistas, terroristas, etc. En el caso de los católicos es fácil de saber; basta con sumar la casilla 741 de la declaración de la renta de los más de nueve millones de españoles que voluntariamente destinan el 0,7% de su impuesto a la Iglesia; por eso me sorprende que no haya nitidez respecto a ese dato. En el caso del colectivo no se puede hacer por exclusión porque no todos los que no ponen la “x” en la casilla de la Iglesia la pondrían si hubiera la posibilidad de dedicar algo de sus ingresos a las diversas organizaciones de extorsión de la izquierda, de modo que sería conveniente que se diera esa posibilidad para lo sucesivo, aunque sólo fuera para saber quiénes pagan y quiénes disfrutan el estado de “bienestar”. Otras conclusiones se podrían sacar en el momento oportuno.
El segundo dato sería saber cuánto adeuda el grupo mediático-mafioso productor de los paisanos democráticos a la quebrada Bankia. Es conveniente para ver qué parte del déficit oculto que ha aflorado se debe a ese entramado “informativo” y se podría zanjar si la mafia pagara sus deudas igual que los demás, pero también lo es para saber lo que cuesta moldear a cada paisano autónomo. Parece difícil pero quizá bastaría con que se publicara la lista de los 100 mayores activos tóxicos de Bankia y quién está detrás de ellos.
El hecho de que de esos datos formen parte de la clandestinidad en la prensa democrática nos da una pista de la raíz de la crisis económica. El que los paisanos no quieran conocerlos constituye un indicio, similar al de no querer saber nada sobre el 11-M, de que algo grave se oculta a su simulada candidez republicana. No sólo revelan que los paisanos se hallan inmersos en la caverna cutre de la tosquedad ilustrada, también de la razón de que constituyan un colectivo sin personalidad, convenientemente dirigido para parlotear de lo que interesa al capo de la mafia para distraerlos mientras practica el fraude masivo a la libertad. Pese a todo, a mi me gustaría conocer esos importes, por la simple satisfacción de saber, con independencia de las conclusiones casi obvias que de ellos se podrían obtener.
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