El Comité de Derechos del Niño de la ONU ha hecho recientemente una condena al Vaticano, reiterando el enjuiciamiento genérico e inconcreto de la pederastia (de la que la ONU no ha acusado a nadie más, ni siquiera a los gays que la promueven y practican abiertamente al amparo de los "derechos" de la ONU). Esa condena venía anticipada e impulsada mediáticamente y, por ello, ha tenido una gran repercusión informativa, especialmente en la prensa adicta al mismo poder siniestro que los gais de todo el mundo; se incluye pues la prensa escandaloso-democrática española, europea y sudamericana.
Redactado con la arrogancia habitual del género, el informe da la impresión que los gais de la ONU son los propietarios de los niños de todo el mundo -sin haberlos parido ni amamantado- y que sus escasamente disimulados afanes de promoción burocrática son más beneficiosos para los niños del mundo que el cuidado amoroso de sus propios padres, familiares y cuidadores a los que, en consecuencia, les pueden privar de sus prerrogativas maternas y paternas en beneficio de los deseos de los estériles y democráticos "progenitores" de la ONU y todo ello sin tener que cuidar a los niños, siempre desde la característica distancia crítica y la neutralidad compulsiva.
No sólo juzgan, sin ser jueces, sin tener competencia jurisdiccional y sin el debido procedimiento legal, a la principal institución moral de Occidente que, por otra parte, no se defiende y que ha sido juzgada ya a nivel local por algunos tribunales por los mismos hechos, aunque de modo algo más concreto, y ha asumido responsabilidad in vigilando sobre sus miembros, sino que hacen una causa general contra ella. Los unonitas desconocen el "non bis in idem" igual que ignoran cualquier principio jurídico penal, pero su osada ignorancia, sus agradecidos estómagos y su narcisismo compulsivo les impulsa a ir más allá.
El informe contiene una serie de recomendaciones para la Santa Sede relacionadas con el matrimonio, la protección de la vida humana y la sexualidad que coinciden milimétricamente con los intereses actuales del colectivo (sin personalidad jurídica) que integra a todo gay genérico del mundo. Aunque no sepamos quienes lo integran ni quienes lo dirigen de forma concreta, se hace patente en su acción agresiva.
Todas las recomendaciones se orientan a que la Iglesia abandone su pensamiento, su moral, su personalidad y su historia y siga, a partir de ahora, las instrucciones, directrices y declaraciones de "derechos" de la ONU. Podrían pedirle que deje el culto a Dios y la liturgia y, bailando al son de su música insonora, se una a la celebración de las fiestas patrocinadas por la ONU para capturar la afectividad y orientar la agresividad humana.
Y podrían hacerlo porque el poder que actualmente detentan los gais es absoluto (se puede hablar de una gaycracia mundial). Sin ir mas lejos, tienen en sus manos el arsenal nuclear de algunos países y, si pensamos que eso es algo cuyo manejo requiere estabilidad mental, no deja de ser un horizonte aterrador para la humanidad. Pero también controlan la información, la diversión y la algarabía, la extorsión democrática de gobiernos a través de sindicatos, etc., de un modo que explica claramente el analfabetismo funcional de las sociedades occidentales actuales.
Sí quiero destacar que, del mismo modo, que recomiendan a la Iglesia abandonar su pensamiento y adaptarse a la inestable, incoherente, infundada y servil palabrería de sus declaraciones, podrán hacer lo mismo no sólo con otras religiones, también con todo el pensamiento, el arte y la vida misma de la humanidad.
Tendría la ventaja de que todo estaría simplificado "a nivel gay". El pensamiento de los filósofos dejaría de representar un reto de comprensión para las personas inteligentes; la dialéctica de Hegel no sería problema para un estudiante democrático (en realidad, ya no lo es); la hermenéutica de Platón sería una cosa del pasado innecesaria en la sociedad gay mundial; dejaría de ser necesario el esfuerzo de recorrer y ordenar el pensamiento de san Agustín para entusiasmarse con la Verdad; no habría que fatigarse con las clasificaciones y distinciones escolásticas para estructurar el pensamiento; no se requeriría una lectura farragosa para afirmar la importancia de la escolástica española, ni la paciencia para disfrutar la música de Bach o la literatura de Dostoyevski. Bastaría memorizar los cuatro tópicos y clichés habituales en la verborrea de la ONU que se ya aprenden, sin esfuerzo, con la machacona y constante repetición de los mismos en casi todas las televisiones y se refuerzan, con glosas muy precarias, en las escuelas democráticas del mundo.
Pero ese día, en que todo el mundo siga los dictados de la ONU, no habrá ya ninguna persona sobre la tierra, ningún caballero, ninguna señora, ningún noble; todos los seres humanos serán individuos y ciudadanos gais iguales. Me gustaría que las personas afectadas reflexionen sobre lo que eso representa.
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