Se ha producido ya el vuelco electoral esperado y hay que felicitarse de la amplia victoria del Partido Popular. Ahora viene el momento de afrontar los difíciles retos derivados de la catastrófica situación en que el socialismo ha dejado sumida a España. Se resume en una enorme crisis social, cuyo principal indicador, la economía, amenaza hacer naufragar el país entero y frustrar cualquier intento de arreglar las cosas.
El socialismo devastador ha dejado un país en quiebra por una crisis que su propaganda masiva ha achacado a los mercados, a la situación internacional y a la burbuja inmobiliaria o del ladrillo de la que ha culpado abiertamente al propio Partido Popular.
Acusar a los mercados de la crisis es hacerlo a los inversores del dinero ahorrado con esfuerzo, en fondos de pensiones, patrimonios familiares, empresas, que, al invertir, arriesgan y que, obviamente, no tienen la misma confianza en los gobiernos socialistas y su entramado de extorsión improductivo que han tenido los votantes beneficiados por sus políticas sociales, casi siempre reducidas a promesas futuras a cambio de votos presentes; que no arriesgan nada votando cada cuatro años a partidos socialistas o comunistas cuya principal característica es sustituir la producción por la extorsión, la moral y la ciencia por la droga y el guirigay que entretiene a los votantes y capta/compra su voto.
Nada han dicho los socialistas nada de las más importantes causas de la crisis: la burbuja educativa, la burbuja gay, la burbuja de la mafia sindical, la informativa dedicada a la propaganda y la burbuja de la vida disoluta de ocio, entretenimiento y de drogas, ni del colapso demográfico que provocan. Ni por causalidad se preguntan que la causa de la crisis pueda ser el sobredimensionamiento del llamado estado del bienestar que las mantiene burbujeantes.
Probablemente el nuevo gobierno tendrá que hacer recortes del gasto para reducir el sector público que se exige in extremis para evitar la quiebra inmediata; implicará pinchar esas burbujas. Seguramente provoque no sólo descontento sino revueltas en aquellos sectores más sensibles para los hirvientes intereses del socialismo que artificialmente viven parasitariamente sin trabajar. Eso irá asociado al reto de las cesiones al terrorismo y el riesgo para la unidad nacional y eso depende más de un proyecto nacional ilusionante que de la moderación. Pero exige afrontar la reacción del mencionado mecanismo de chantaje aliado con la extorsión de los sectores terroristas.
Quizá exija pasar de un sistema educativo de inserción social politizada, basada en las necesidades del sistema, que requiere simplificar los procesos para evitar problemas sociales y que reinserta mejor sin demasiados conocimientos a la tradicional educación basada en la realización personal, el servicio profesional y la excelencia intelectual que, además, es más barata. También presagia riesgos de reacciones violentas.
Estos y otros muchos desafíos tiene el PP por delante. Creo debería afrontarlos de la forma adecuada para sacar a España de la demagogia del socialismo. Debería consolidar instituciones inmunes al expolio para que este gobierno no sea una etapa transitoria de esfuerzos que deje otra vez los logros en manos de los depredadores para volver a comenzar otra vez de nuevo dentro de un tiempo. Instituciones que protejan el trabajo y la empresa, la cultura y la honradez de los grupos sociales innovadores. También podría promover una alianza más amplia, no de civilizaciones como la alucinación de ZP, sino de la comunidad hispana para buscar la solución de las necesidades comunes y plasmarla institucionalmente.