La organización socialista ETA, que ha matado a unos mil españoles y echado de su tierra a unos doscientos mil vascos, ha anunciado ayer 20 de octubre un cese definitivo de los atentados. El periódico masónico más pro etarra incluso ha dicho en su titular de portada que han dejado las armas sin que nadie haya visto dónde; están tan acostumbrados a la alucinación de sus lectores que no necesitan aportar pruebas. Las televisiones bolcheviques de Al Andalus lo celebran como una paz histórica con la habitual algarabía gay sostén de ZP.
Con tanto apoyo en los medios de comunicación de la gaicracia es evidente que ha llegado el momento en que los socialistas de la ETA no necesitan poner bombas ni pegar tiros por la espalda para someter a vascos y españoles. Es normal que les apoyen unos medios que nunca han sido víctimas de los atentados indiscriminados de ETA, sólo ha habido víctimas vasco españolas.
Ayudan así todos al partido de los terroristas del GAL en un momento crítico confirmando que lo hacen del mismo modo que le ayudaron con las bombas de Atocha con las que han conseguido que traicionara a España para beneficiar al poder oculto que está detrás de todas las formas de socialismo y del que éstas no son más que títeres especializados, sea en pegar tiros, poner bombas o escribir titulares para el público, o entretener a los pobres votantes con guirigay.
Pasarán como héroes de una democracia depredadora, hecha a impulso de terrorismo y atentado, de huelga y extorsión, legitimados por unos observadores internacionales -simples ladronzuelos-, elegidos y pagados por ellos, que no dialogan con los que ocasionalmente producen violencia de género pero si con los que matan por la espalda masivamente. España no ha estado representada, sólo ha puesto las víctimas, no puede pedir justicia para ellas precisamente porque hay una democracia solidaria y queda bajo la vigilancia de unos representantes, simples sicarios de un poder oculto.
Los socialistas de la ETA no piden perdón a las víctimas (en el socialismo no cabe el perdón), ni reparan el daño, no entregan las armas que pueden necesitar, no se someten a la justicia, imponen sus condiciones por medio del gobierno traidor que ha arruinado económicamente a España para favorecer a estos criminales y al colectivo gay. Dicen que dejan de matar para que haya diálogo; podían haber dialogado antes de matar.
Pronto serán héroes de la democracia; muchos demócratas ya les agradecen que acabaran con el franquismo matando a Carrero Blanco y a unos cuantos más, por su propio bien, lo consideran justificado; ahora nos perdonan la vida y nos conceden la paz, paz que no es la tranquilidad del orden de san Agustín sino el triunfo de la revolución socialista; si nos pueden dominar con las televisiones y periódicos bolcheviques o con diversas drogas, no necesitan pegarnos tiros en la nuca. Serán vistos como garantía de la democracia porque, si han necesitado matar por ella a quienes, según ellos, la impedían, no van a permitir una marcha atrás en sus conquistas democráticas.
Pero esa democracia socialista no está definida en ningún sitio, nunca sabemos si somos suficientemente demócratas estudiando, sólo cabe aprenderla a golpe de coche bomba, de titular de El País sobre terroristas suicidas o de televisión gay. La sospecha de que la democracia es lo que interesa al amo de las logias no se ha disipado aún entre la gente que piensa por más que no convenga formulársela a los millones de cebados con la droga del sistema.